Miércoles 10 de noviembre de 2010
CaixaForum de Madrid (Madrid)
Dalí, Lorca y la residencia de Estudiantes
Una exposición poco convencional. Nos habla de la relación de grandes mentes españolas que coincidieron durante unos años cohabitando en un mismo lugar, grandes artistas, siendo Dalí, Lorca y Buñuel sus máximos exponentes.
Yo sabía que ellos se habían conocido, pero no sabía con cuanta afinidad y cuan estrecha había resultado esa amistad hasta hoy, como la pintura de Dalí se veía influida por Lorca, y como la poesía de Lorca bebía de Dalí , de esa relación me ha sorprendido el resultado de su amistad, me ha parecido muy afable, muy cercana, aquí no se exponían los trabajos de dos genios, que también, sino los proyectos, la mayoría inacabados, de dos amigos, dos estudiantes con ganas de comerse el mundo e infinidad de ideas que se retroalimentan mutuamente.
De esa relación simbiótica, aparece uno de los cuadros que más me ha gustado, un retrato de Federico García Lorca realizado por Salvador Dalí , al estilo cubista, cosa que me sorprendió, dado que no conocía esa faceta del pintor, supongo que no llegaría a sentirse cómodo en el estilo, sin embargo, debo decir que era un retrato cubista, bastante bueno, de forma muy desestructurada, en la que solo se distinguía la figura antropomorfa ligeramente, detalles como la corbata, la hoja de papel, seguramente haciendo alusión a poesía. El colorido estába muy bien plasmado dejando los tonos de luz muy centrados, siendo fácil seguir el eje y distinguir de ese modo la figura.
De este mismo estilo destaco un maravilloso bodegón ( naturaleza muerta )de Juan Gris, en la escala del color homónimo.
Otro de los cuadros que más me gustó, apenas debería estar dentro de la exposición, dado que en ella no llegan al surrealismo ( etapa que encumbro a Dalí como genio) pero estaba, y me encantó. Se trata de “la mañana angustiosa” de Giorgio de Chirico. Es un cuadro que no hace, a priori, honor a su nombre, pues en él ves muchísima claridad, pero al fijarnos más detenidamente, sí sentimos esa presión en el pecho que caracteriza , esa sensación de ahogo.
Ese miedo que inspiran las sombras alargadas, como garras, que arañan las zonas iluminadas.
La perspectiva del cuadro, tremendamente marcada, parece hacernos creer que el final está demasiado lejos, que se extiende al infinito, y que nunca podremos llegar a él.
También está al angustia de la oscuridad que muere, y que la luz bañe todo, que muestre la realidad que las sombras ocultan, porque el horror más grande no es el que mora en las tinieblas, es aquél que después de morar en las tinieblas, acechante, sale a la luz.
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