CaixaForum de Madrid (Madrid)
Infancia - Isabel Muñoz
Fue una exposición tremendamente impactante para mí.
La obra ,organizada por Unicef, conmemora el vigésimo aniversario de la Convención de los Derechos del Niño. Se trata de las fotografías de Isabel Muñoz, tomadas en las zonas más desfavorecidas de los cuatro continentes, y en todas ellas refleja la más cruenta cara del fracaso, en sus más desfavorables y desprotegidas víctimas: Los niños.
Las imágenes estaban acompañadas de la trágica historia de los niños que retrataban. Historias plagadas de abandonos, raptos, enfermedad, abusos sexuales, y con el denominador común de la pobreza y la vulnerabilidad. Historias a cada cual más trágica y desoladora que conseguía, transmitir la compasión y el horror a la que se han visto sometidos.
Hubo unas fotografía, que especialmente me llamaron, las manos de una niña india, decoradas con henna, pero ajadas, pues llevaba desde más tiempo de lo que recordaba trabajando como limpiadora, de las suaves manos de niña, ya no quedaba nada.
Había otra, también era unas manos, unas manos de varón africano, que ocultaban su rostro, unas manos llenas de callos y cicatrices provocadas por años de torturas a las que se había visto sometido.
La más espectacular de todas, trataba de un joven nigeriano, un huérfano de uno de sus progenitores, y abandona por el otro, sufría enormemente y se despertaba todos los días esnifando pegamento para olvidar su pasado.
Tenía apenas 17 años, y ya eran 17 años los que tenía que olvidar.
No era solo su funesta historia lo que me llamó. Era la fuerza de su imagen: En ella aparecía este apuesto joven de raza africana, enfocado de torso para arriba, vestido con una turbante y en un marco incomparable, rodeado de desierto y arena bajo un sol abrasador. Y en escala de grises, que , aunque aparentemente sea igual que una imagen a color, mentalmente no es así, las imágenes en blanco y negro impactan más estéticamente.
La imagen transmitía una fuerza increíble. Un dolor más allá de lo imaginable, un horror más allá de lo visible.
Nunca había visto unos ojos como aquellos, tan llenos de dolor y tan carentes de esperanza, tan luminosos y brillantes cristales, pero tan inertes como los mismos
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