Miércoles 10 de noviembre de 2010
Fundación Juan March (Madrid)
Los paisajes americanos de Asher B. Durand.(1796-1886)
La exposición de la Fundación Juan March, como todas las que se hacen en esa sede, está muy bien organizada, además con la nueva remodelación, las salas han quedado mucho mas amplias y así las exposiciones ganan en perspectiva.
En esta exposición se recogen múltiples obras del artista, entre oleos, dibujos y grabados, que nos dan una visión muy completa de su trabajo y su evolución.
Nacido en 1769, muy joven se dedico al arte del grabado, y durante casi 28 años este fue su oficio. Aunque su obra cumbre en este periodo fue el grabado que hizo de la “Declaración de la Independencia” muy merecido, a mí me ha llamado más la atención los grabados que él realizó en los billetes de banco en los que mezcla figuras extraídas directamente del clasicismo conviviendo con las caras de americanos del momento. En uno de ellos aparece el Presidente Lincon a la manera de Julio Cesar.
Asher no se contentó con el grabado, aspiraba a pintar al óleo, pues consideraba que esa forma de arte era de más categoría . Así empezó a pintar retratos de filántropos, y se le encargo posteriormente el retrato de siete de los presidentes de EEUU, pero su meta era llegar a ser un pintor de paisajes. Como no tenia preparación en estos temas , durante un año viajo por Europa, sin duda cuna del arte para estudiar la pintura europea y aprender de ella. A su vuelta a casa este fue su único oficio , y debía de tener muy claro su objetivo porque se convirtió en el mas afamado pintor de paisajes de su tiempo llegando a ser el mentor junto con su amigo y maestro de la “Hudson River School”
Los árboles fueron su obsesión, los consideraba casi como humanos , en este sentido, fue un pintor meticuloso, como así lo demuestran las cientos de apuntes que hizo sobre los mismos, diferenciándolos como podía diferenciar los rostros de las personas.
En la exposición se muestran muchos paisajes, y casi todos siguen unas reglas muy definidas: un primer plano terrenal, en colores ocres, después árboles, que unas veces forman pantalla para que la vista eleve hacia el horizonte muy lejano y otras veces este se deja entrever, en los primeros el horizonte se abre y en el se percibe el aire o la atmósfera.
En sus últimos cuadros la forma de concebir el paisaje cambia de manera significativa, los impresionistas dejan su huella y los colores se suavizan tirando a verdes suaves y diluyendo la pincelada.
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